Hay gotas que acarician y saben a sal
y a delfín saltando por las estrellas,
gotas como diminutas mareas
danzando en el vaivén de las palmeras,
viejas ancianas que han mirado
el nacimiento y ocaso de mil huracanes.
Otras gotas, suspendidas en el tiempo
quedan amarradas a los ojos,
mudas van resbalando entre pensamientos
y una guerra no declarada,
pidiéndole al olvido, una mañana azul
y al azul de la mañana
un suspiro que no sangre.